sábado, marzo 26, 2005

Revoluciones en Asia Central

Efecto dominó en las fronteras de Rusia

GONZALO ARAGONÉS - 27/03/2005Moscú. Corresponsal

Tras la victoria de la revolución naranja en Ucrania se especuló con el nombre del siguiente levantamiento popular. Unas esporádicas manifestaciones en Kazajstán (el país más grande de Asia central) encendieron allí la alarma, pero las elecciones legislativas en el vecino Kirguistán pusieron sobre la mesa un calidoscopio de inestabilidad que hace difícil predecir cuándo parará el efecto dominó que se puso en marcha con la revolución de las rosas de Georgia, a finales del 2003.
La revolución de los tulipanes kirguís es otra pieza en las protestas contra los tiranos de la mayoría de las repúblicas ex soviéticas. Y la tendencia sigue: el viernes en Bielorrusia la policía cargó contra una protesta en Minsk, y en Uzbekistán la oposición se reunió ante la embajada kirguís en Tashkent.
El descontento y unas elecciones en las que invariablemente ganan los de siempre no son suficientes para que caiga la siguiente pieza del dominó. De las cinco repúblicas de Asia central, Kirguistán era la única donde se había formado un movimiento opositor que el poder no había reprimido. Los propios partidos políticos y ONG explican en Bishkek que la lucha está todavía muy débil en los países vecinos, con los que, evidentemente, mantienen contactos.
En Kazajstán, los opositores se cayeron en cuanto se subieron al caballo de la lucha. En el 2001 y el 2002, Galimzhan Zhakianov, un antiguo miembro del gobierno (otra característica común de estas revoluciones), lideró las protestas contra Nazarbayev justo cuando se desarrollaba un juicio contra él por malversación. Las organizaciones de derechos humanos aseguraron que no ofrecía garantías. "El proceso está motivado políticamente", dijo el defensor de los derechos humanos Lev Ponomariov. En los últimos años el Gobierno kazako ha conseguido optimizar sus recursos petroleros, y la situación económica mejora. Pero el descontento continúa y el clan del presidente sigue en el poder: su hija preside el primer partido de la oposición.
En Uzbekistán y Tayikistán, todavía están muy recientes los azotes del extremismo islámico de los noventa. Una guerra civil en Tayikistán (1992-97) y los ataques de grupos musulmanes en Uzbekistán (1999-2000) han servido a los gobiernos de Islam Karimov y Emomali Rajmonov para silenciar a la oposición. El terrorismo volvió a brotar el año pasado, cuando una ola de explosiones dejó 19 muertos y 26 heridos en Uzbekistán.
Caso aparte merece Turkmenistán, el reino de Saparmurat Niazov, un tirano narcisista que escribe versos, ha rebautizado los meses del año con su propio nombre y el de su madre, y se ha concedido el título de Turkmenbashi (algo así como el defensor del pueblo turkmeno).El país está cerrado a la prensa occidental, y en las elecciones del 2004 ganó el partido del presidente, el único que se presentaba.
Las revoluciones pacíficas han convencido a los pueblos de que los caudillos heredados de la URSS no son invencibles, pero es que en algunos lugares tienen los pies bien sujetos al suelo. Si Kirguistán es la respuesta del entusiasmo tras el triunfo en Ucrania, en Armenia también se intentó algo similar el año pasado siguiendo el ejemplo de su vecina Georgia. Entonces se dijo que para expulsar al presidente Robert Kocharian se necesitaba el apoyo de EE.UU., ya que el petróleo del Caspio que pasa por la zona tiñe de importancia estratégica todo el Cáucaso. Pero la experiencia de Kirguistán, sin excesiva ayuda exterior, podría ser un aviso de futuro para que caiga la siguiente pieza.
El que sí ha consolidado su posición es el actual presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliev, que llegó al poder en Bakú tras la muerte de su padre, Gaidar. Es el primer caso de dinastía reinante en el espacio ex soviético. La oposición se levantó a principios de mes tras el asesinato de un periodista crítico con el poder, aunque las protestas sólo fueron testimoniales.
Quien sí está señalado desde hace tiempo como candidato a caer es el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, al que en Occidente se llama el último dictador de Europa.En el 2004 organizó un referéndum para cambiar la Constitución y volver a presentarse a las elecciones. Evidentemente, no es el único que ha dado este paso. El turkmeno Niazov ya ha sido declarado presidente de por vida y el presidente de Tayikistán, Emomali Rajmonov, puede presentarse a la reelección hasta el 2020.
"La reunión de hoy debe dar la señal a Occidente, Rusia y a nuestros burócratas de que Bielorrusia está preparada para el cambio", decía ayer Andrei Klimov, el líder opositor que organizó la protesta en Minsk. Pero el fuerte control del ejército y la cercanía a Moscú complican el nacimiento de la revolución pacífica en el feudo de Lukashenko.
Donde no fueron necesarias revoluciones para dar el salto a la democracia fue en las tres repúblicas bálticas, ya integradas en la UE, y en Moldavia, cuyo Gobierno se ha decidido por Occidente y ha dicho do svidania a Moscú. Pero el desacuerdo de la región de Transnistria, en conflicto con Chisinau, permite a Rusia retrasar aquí el imparable efecto dominó. Igual que sucede en Abjasia y Osetia del Sur, provincias de Georgia, el Kremlin mantiene soldados en Transnistria, en teoría para mantener la paz.

http://www.lavanguardia.es/web/20050327/51180288234.html
La vanguardia, sección internacional, 27 de marzo de 2005, Madrid, España.