Washington trató de robarse 1 500 millones de dólares para pagar a sus asalariados del CNT
por    
Thierry Meyssan  
El martes 9 de agosto de 2011, Sana Khan, secretario
 del Comité de Sanciones creado por la resolución 1970 del Consejo de 
Seguridad de la ONU, hizo llegar a los miembros del Comité un aviso 
emitido por la embajadora Susan Rice, representante permanente de 
Estados Unidos en la ONU.
En esa misiva, que la Red Voltaire ha logrado obtener 
[El lector puede descargarla a través del vínculo que aparece al final de este trabajo], Washington informa al Comité su intención 
de descongelar 1 500 millones de dólares pertenecientes al Banco Central
 de Libia, a la Autoridad Libia de Inversiones, al Banco Exterior de 
Libia, a la Cartera Libia de Inversiones en África y a la 
Compañía Nacional Libia del Petróleo.
Afirmando que el descongelamiento de fondos es legal cuando estos 
se destinan a fines humanitarios o civiles (artículo 19 de la resolución
 1970 [1]), Washington anuncia en su documento su decisión unilateral de distribuir esa suma de la siguiente manera:
 500 millones de dólares para organizaciones humanitarias seleccionadas por Washington «para
 responder a necesidades humanitarias actuales y a las que puedan 
preverse, conforme al llamado de las Naciones Unidas y sus 
actualizaciones previsibles»;
 	500 millones de dólares para organizaciones humanitarias seleccionadas por Washington «para
 responder a necesidades humanitarias actuales y a las que puedan 
preverse, conforme al llamado de las Naciones Unidas y sus 
actualizaciones previsibles»; 500 millones de dólares para «firmas de aprovisionamiento en combustible y en bienes humanitarios necesarios»;
 	500 millones de dólares para «firmas de aprovisionamiento en combustible y en bienes humanitarios necesarios»; 500 millones de dólares para el Temporary Financial Mechanism (TFM) para «pagar
 los salarios y gastos de funcionamiento de los funcionarios libios, 
gastos en alimentación, electricidad y otras compras humanitarias». 
De esta última cantidad, se reservarían 100 millones para destinarlos 
posteriormente a las necesidades humanitarias de los libios en las zonas
 no controladas por el Consejo Nacional de Transición (CNT), cuando este
 último haya establecido «un mecanismo creíble, transparente y efectivo» para su entrega.
 	500 millones de dólares para el Temporary Financial Mechanism (TFM) para «pagar
 los salarios y gastos de funcionamiento de los funcionarios libios, 
gastos en alimentación, electricidad y otras compras humanitarias». 
De esta última cantidad, se reservarían 100 millones para destinarlos 
posteriormente a las necesidades humanitarias de los libios en las zonas
 no controladas por el Consejo Nacional de Transición (CNT), cuando este
 último haya establecido «un mecanismo creíble, transparente y efectivo» para su entrega.
En otras palabras, Estados Unidos informó al Comité de Sanciones 
su intención de apropiarse de 1 500 millones de dólares pertenecientes a
 la Yamahiria libia para entregar un tercio de esa suma a sus propios 
servicios humanitarios (la USAID y otros), otro tercio a sus propias 
transnacionales (Exxon, Halliburton, etc.) y el resto al TFM, que es una
 oficina del Libyan Information Exchange Mechanism (LIEM), que a 
su vez no es más que un órgano extraoficial creado por Washington y 
avalado por el Grupo de Contacto para administrar Libia [2].
Washington anunció además que consideraría que contaba con el 
consentimiento tácito del Comité de Sanciones a los 5 días de la 
recepción de su notificación.
Desgraciadamente, al no estar representada en ese Comité, la 
Yamahiria no podía oponerse a ese robo. En efecto, su anterior embajador
 desertó y el Departamento de Estado sigue sin conceder la visa al que 
debe reemplazarlo, lo cual constituye por demás una violación de las 
obligaciones de Estados Unidos como país que alberga la sede de la ONU.
Washington esperaba aprovechar esa coyuntura de ausencia forzosa del 
representante de la Yamahiria ante la ONU para apoderarse del botín. 
Por cierto, ya Francia abrió una brecha en ese sentido al robarse 
128 millones de dólares en condiciones similares.
Fue en definitiva el representante permanente de Sudáfrica, el embajador Baso Sangqu, quien se opuso a la maniobra.
Además de la rapacidad de Estados Unidos, este increíble incidente confirma que quien gobierna la autoproclamada «Libia libre»
 de Benghazi y Misurata no es el Consejo Nacional de Transición (CNT). 
Este no pasa de ser una fachada, bastante resquebrajada por cierto. 
El este de Libia, bajo control de la OTAN, está siendo administrado por 
el Libyan Information Exchange Mechanism (LIEM), un órgano 
informal y sin personalidad jurídica establecido en Nápoles únicamente 
por Estados Unidos, a pesar de que algunos de sus empleados son 
italianos.
Los fondos presentados como atribuidos al CNT se entregan en realidad
 al LIEM, que los utiliza para pagar salarios a los miembros del CNT y 
sus funcionarios. Este detalle es de extrema importancia: el Consejo 
Nacional de Transición o CNT no tiene en realidad una política propia 
sino que se limita a ejecutar la política de Estados Unidos. Y esto 
no tiene absolutamente nada de sorprendente cuando se sabe que el CNT 
no surgió a raiz de los incidentes de Benghazi sino que se creó hace 
varios años, en Londres, como un gobierno provisional en el exilio.
Por consiguiente, el verdadero objetivo de la acción militar de 
Estados Unidos y sus aliados de la OTAN y del Consejo de Cooperación del
 Golfo no es garantizar la protección de los civiles prevista en la 
resolución 1973, y menos aún la «liberación de los libios», sino más bien la colonización del país. 
[1] «Resolución 1970 sobre Libia aprobada por el Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 26 de febrero de 2011.
[2] «Libia: Washington prepara su revancha», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25 de julio de 2011.
					
 [2] «Libia: Washington prepara su revancha», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25 de julio de 2011.
Fuente: Red Voltaire
