lunes, septiembre 05, 2005

sociedad civil

"No existe una sociedad civil que esté fuera de la política"

"Otra globalización. No solamente los mercados y las comunicaciones integraron espacios; hay una constelación de nuevos actores sociales con los que Estados, empresas y organismos deben aprender a tratar. Estos movimientos y redes son motores de cambios y resistencias y pueden ser factores decisivos para prevenir conflictos ".

Fabián Bosoer


Así lo explica Andrés Serbin, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES) y compilador del libro "Entre la confrontación y el diálogo. Integración regional y diplomacia ciudadana", editado por la Universidad de Belgrano y Siglo XXI Argentina.

Debajo del mapa de Estados en crisis, gobiernos peleando capacidades y poderes disminuidos, organismos internacionales indicando políticas nacionales y Estados Unidos marcando el paso de la agenda regional y hemisférica, vemos otra geopolítica de poderes y movimientos sociales que no responden a las categorías tradicionales. ¿Cómo se dibuja este paisaje emergente?

—Estamos en un proceso de parto de nuevas situaciones políticas, en América latina y en el mundo. Forma parte de ello una presencia y una influencia cada vez mayor de actores no estatales que acotan o influyen el comportamiento no solamente de los gobiernos y de los Estados sino también de los organismos multilaterales, de las corporaciones transnacionales, de la banca internacional, a través de una serie de acciones generalmente muy focalizadas, específicas, más bien sectoriales, que están configurando una constelación mucho más compleja de lo que es el sistema internacional hoy en día.

«)Cuando se habla de "sociedad civil global" ¿no se refiere a cosas muy diferentes y difícilmente asimilables?

—Así es. Se trata de un campo muy heterogéneo, en el que encontramos desde los actores más visibles, que en este momento son las ONG —las organizaciones no gubernamentales—, con mayor o menor vinculación externa, los movimientos sociales de distinto tipo y toda otra pluralidad de actores que van desde movimientos cooperativos, asociaciones profesionales, redes de toda clase, asociaciones voluntarias, e inclusive, para algunas perspectivas, los medios y los distintos grupos de opinión más influyentes. La gama es muy extensa como se ve; y convive, en ese espacio, gente con una orientación más participativa respecto del sistema político, en la idea de profundizar distinto tipo de derechos, en el marco del sistema político, con visiones mucho más confrontativas y contestatarias respecto del sistema económico o temas fundamentales como la paz o el medio ambiente. En síntesis, más que una "cosa" o entidad, lo que vemos es un nuevo espacio o escenario, nacional y transnacional —indicativo de que también la sociedad civil se globalizó—, en el que diversos actores presentan sus planteos, enhebran sus estrategias y empiezan a tener una influencia y un poder objetivos que pesan en la política mundial.

«)Insisto en el punto: ¿por qué se habla de "una" sociedad civil, siendo como usted describe más un universo fragmentado y tan disímil?

—Es cierto, la sociedad civil no es un movimiento político que pueda tener una plataforma común: son muchos grupos, con intereses muy diversos, no necesariamente coincidentes y muchas veces contradictorios. Pero en algunos casos se están generando espacios en donde estos intereses confluyen; por ejemplo, el Foro de la Diplomacia Ciudadana, en donde cuarenta redes que trabajan en temas distintos, que tienen prioridades muy distintas, se juntan para plantear: "Necesitamos una acción conjunta, desde nuestros respectivos mandatos, para enfrentar, por ejemplo, cómo se toman decisiones con respecto a la integración, a los temas de seguridad, o a los de libre comercio, e impulsar la agenda que realmente represente al ciudadano". Existen bienes públicos globales que tienden a vincular estas redes: la lucha contra la pobreza, la defensa del medio ambiente, la equidad de género, los derechos humanos.

«)¿Cuánto de este movimiento es el resultado del avance de formas de asociación y de fortalecimiento de las sociedades y cuánto, más bien, del retroceso del Estado y de la política ?

—La política, como la naturaleza, aborrece el vacío. Si se produce un vacío, en política todos lo sabemos muy bien, inmediatamente es ocupado por algo. Obviamente, en la medida que el Estado deja de cubrir ciertas esferas, esos espacios son ocupados por otros actores. En América latina, cuando retrocedía la política tradicional y la presencia del Estado, lo que ha ocurrido es que avanzaron los poderes privados y las corporaciones, con los mismos vicios y problemas —el arraigado personalismo, el clientelismo, el parroquialismo y un "trascendentalismo" un poco mesiánico que hace muy difícil el juego de negociación que necesariamente debe darse en el marco de la democracia. Pero, al mismo tiempo, los procesos de democratización en América latina han abierto un espacio en el que se entiende a la democracia como una vinculación más estrecha entre Estado y una sociedad civil que se hace más visible y presente de esas múltiples formas.

«)En muchos casos se interpreta como una reacción antipolítica...

—No existe una sociedad civil que esté fuera de la política. Es en ese difícil juego entre estos dos campos de acción que nos estamos desenvolviendo en este momento. Pero también hay otra serie de fenómenos, no solamente negativos. Hay síntomas muy positivos en el sentido de una creciente aspiración del ciudadano común de tener una participación en la toma de decisiones que vaya más allá del acto electoral.

«)¿Cuáles son sus banderas principales?

—Hay dos ejes claramente definidos. Uno es la crítica al "déficit democrático", propio de los sistemas domésticos, pero también del sistema internacional: quién toma decisiones por quién, y a quién tienen que rendirle cuenta de esas decisiones. Es el trabajo de las organizaciones ciudadanas que reclaman transparencia, rendición de cuentas, demandas en torno a los derechos civiles y políticos. El otro eje, que nunca se perdió en América latina es el del "déficit social", en función del impacto negativo de los programas de ajuste, la exclusión social, el incremento de la pobreza, al desempleo y, en el campo internacional, la globalización financiera y las políticas de los organismos financieros de crédito y las economías centrales.

«)¿Las dos vertientes definen también dos posturas políticas diferentes?

—A veces se combinan. En otros casos, marchan paralelas. Toda esta movilización en torno al ALCA (el proyecto de libre comercio hemisférico impulsado por los EE.UU.), por ejemplo, muestra muy claramente estos dos aspectos: la búsqueda de un diálogo, una participación ciudadana en la toma de decisiones con respecto al proceso de integración hemisférica, más con un carácter específicamente político, institucional —"queremos participar y queremos controlar cómo se toman las decisiones"—; y la otra vertiente, que apunta a una crítica a los efectos perversos de la creación de una área de libre comercio. Allí se genera un cuestionamiento mucho más radical, de los impactos negativos, desde el punto de vista social y económico, de las modalidades actuales del capitalismo global.

«)¿Qué empuje han introducido, según su óptica, en esta emergencia de una "sociedad civil mundial" los movimientos antiglobalización y las movilizaciones contra la guerra en Irak?

—Existen dos líneas de fuerza en estos movimientos. Una de "insiders", que están dispuestos a sentarse con los gobiernos y tratar de modificar su agenda, y otra de los "outsiders", que cuestionan más frontalmente esas agendas. Pero también hay otra tipología, que me parece igualmente importante, más basada en los contenidos. Ocurre que la gran prueba, y la gran dificultad de la sociedad civil, en general, cualquiera que sean sus componentes, es pasar de una visión ética o normativa —"el mundo debe ser de esta manera"— a una visión propositiva —"el mundo es como es, pero nosotros queremos cambiarlo en este sentido"—. Esa dificultad es uno de los elementos que más está frenando el desarrollo de todos estos movimientos hoy en día.



Lo que todavía falta

«)¿Es posible evitar la mirada de "suma cero": lo que gana la sociedad civil lo pierde la política y viceversa? ¿No reproduce esta idea la falacia aquella de que "achicando el Estado agrandábamos la nación?

—Claro, esto tiene que ver también con un proceso de maduración social. No nos olvidemos que venimos de una historia en la que, en general, las sociedades civiles han sido muy débiles frente a un Estado que, más allá de las reformas de la década del 90, ha sido omnipotente y omnipresente y muchas veces ha neutralizado la acción de la sociedad civil. Estamos recién en el despuntar de esta participación. Y aquí también hay variaciones en torno al mismo tema, entre las organizaciones que tienen un fin muy específico, que apuntan a modificar un aspecto de política pública que esté implementando un gobierno, y organizaciones con objetivos más ambiciosos, que entraron en una interlocución mucho más fuerte y generaron un intercambio en el nivel de las agendas más amplias.

«)¿Es un tema de cultura política, o más bien de falta de adecuados canales entre representantes y representados?

—La cultura política pesa; pero también, y sobre todo, la existencia de un marco institucional que permita una mayor relación entre estas formas de expresión de la sociedad civil y las instituciones. No es solamente la voluntad de un determinado actor para darle cabida a la sociedad civil, es también la identificación de cuáles son los canales y reglas del juego que favorezcan esa interacción. Tienen que abrirse formas institucionalizadas de vinculación, de interlocución y de desarrollo de plataformas comunes entre movimientos sociales, ONG y partidos políticos. Porque también, justamente, la pluralidad está expresada en la diversidad de partidos políticos y en las distintas manifestaciones ideológicas. Cuesta entender, en sociedades tan tensadas por las diferencias y desigualdades, que la democracia significa diversidad de puntos de vista. El pluralismo, que se entendía hasta ahora como un valor identificado a los partidos, debe incorporarse también a la aceptación y el reconocimiento de estos nuevos actores sociales.

«)Una visión más rica de la democracia, a nivel nacional y a nivel transnacional..

—Sí, lo que pasa es que muchos todavía conciben la democracia como el método para imponer sus puntos de vista, antes que para negociar intereses diversos. Falta aún socializar la democracia. Si nosotros vemos muchos de los casos en América latina donde hay crisis políticas muy fuertes, lo que percibimos es que habiendo recursos y existiendo una estabilidad democrática, este período largo no se ha aprovechado hasta ahora para una capacitación democrática de los ciudadanos, de una apertura de espacios y mecanismos institucionales de participación. Falta avanzar mucho en ese terreno para que tengamos sociedades democráticas en el marco de los regímenes democráticos latinoamericanos.



El Clarín, sección opinión, 31 de agosto de 2003,