lunes, marzo 21, 2005

¿Victoria de la democracia?

WALTER LAQUEUR - 20/03/2005

El presidente Bush ha puesto a la oposición a la defensiva. Si se repasan estos días las páginas de The New York Times o Newsweek, o de The Guardian o The Independent en Inglaterra podrá comprobarse que, por reprensible que sea la guerra de Iraq, puede haber reportado -al fin y al cabo- algunas consecuencias positivas... Tanto en Francia como en Alemania son aún muy escasas tales apreciaciones y más bien se está pendiente de malas noticias procedentes de Oriente Medio que indudablemente llegarán tarde o temprano.
Bush razona que la democracia y la libertad triunfan en Oriente Medio. A los demócratas y progresistas de todo tipo -el partido tradicional de la libertad- no les resulta por su parte nada fácil llevar la contraria a un presidente conservador. Sea como fuere, probablemente es prematuro descorchar botellas de champán, dado que Washington sigue sobreestimando el potencial de libertad en Oriente Medio y minusvalorando los peligros que acechan en medio del camino.
Nathan Sharansky, el disidente ruso judío que pasó muchos años en el gulag, afirma en su último libro que todos los hombres y mujeres aspiran a la libertad y la democracia, y que las democracias son formas de gobierno más serenas y observantes de la ley que las dictaduras. El presidente Bush, entusiasmado con el libro, se lo recomienda a todas sus amistades. Sin embargo, lamentablemente, Sharansky sólo tiene razón en parte. Nadie quiere ser torturado y perseguido, pero este factor por sí solo no equivale a la democracia. Se trata de un problema que ha preocupado a los filósofos de Rousseau a Kant, pero nadie ha sido tan optimista como Sharansky. Su perspectiva ni siquiera se corresponde con la situación en su propio país.
Según los sondeos de opinión de las últimas semanas, un 52% de todos los rusos cree que Stalin -en general- hizo un buen trabajo y para la gran mayoría de la población rusa, la democracia es un término muy negativo, sinónimo de anarquía y corrupción. Si el rumbo político que ha seguido Rusia en los últimos años se ha caracterizado por un alejamiento de los modos democráticos, no es razonable echarle todas las culpas a Putin; el fenómeno tiene unas raíces mucho más profundas. Como se recordará, tampoco hace tanto tiempo que en Alemania la gran mayoría no estaba a favor de la democracia. La democracia es imposible si no se cuenta con suficientes demócratas.
Si mañana se celebraran elecciones libres en Egipto y Arabia Saudí, conducirían con toda probabilidad a la victoria de las fuerzas antidemocráticas. Ya sucedió hace un decenio en Argelia y sucedería probablemente lo mismo en Pakistán. La institución occidental de la democracia se ha desarrollado a lo largo de mucho y es imposible transferirla automáticamente a otros lugares del mundo. En los años veinte, el gobierno egipcio decidió adaptar a su país una de las constituciones más democráticas (la belga). Pero tampoco propició en gran medida la causa de la democracia.
Según la charia (ley del islam) la soberanía no reside en el pueblo, sino en Dios. Islam significa sumisión o entrega, no a una mayoría parlamentaria, sino a Alá. Sin secularización no puede haber democracia. La idea de los neoconservadores de que las masas de Oriente Medio se hallan sedientas de democracia constituye una quimera. Es cierto en algunos casos, pero la mayoría -como tenemos ocasión de volver a presenciar en Líbano- posee otras prioridades. Nadie argumentará por supuesto que esta oposición a la democracia y el temor a la libertad son de raíz genética. Pero desde el punto de vista histórico, político y cultural se hallan profundamente enraizadas. La Organización de Países Islámicos (OIC) tiene 60 miembros. De ellos tan sólo cuatro pueden incluirse en el apartado democrático: Albania, Indonesia, Malasia y Turquía. Es de esperar que otros se añadan a la lista en unos diez años a partir de este momento, pero no poseemos seguridad alguna al respecto y, en cualquier caso, constituirá un largo proceso.
No obstante, la otra aseveración de Sharansky tampoco se libra de la duda. Es verdad que la guerra entre democracias es menos probable que entre dictaduras, pero ello obedece probablemente en igual medida a la baja -y menguante- tasa de natalidad apreciable en los países democráticos. ¿Es que acaso el aperturismo y la reforma resuelven o aclaran la situación deteriorada por el problema terrorista? Si se celebraran elecciones verdaderamente libres en Palestina, Hamas ganaría probablemente en Gaza y obtendría buenos resultados en Cisjordania. Sería una victoria para la democracia, pero no para la paz en la región. La democracia no significa únicamente el gobierno de la mayoría, sino también la tolerancia con relación a las minorías, cosa que aún escasea en un amplio abanico de Casablanca a Yakarta.
La experiencia de los últimos decenios ha mostrado que la democratización en los países musulmanes lleva al poder a fuerzas para las que la solidaridad nacional o religiosa (lo que los politólogos llaman política identitaria) es mucho más importante que la democracia. El mayor poder de Oriente Medio radica en el populismo inspirado por la religión y/o el nacionalismo, factor más susceptible de influir en sentido de la dictadura que de la democracia. Irán es un ejemplo. El régimen del Sha era reaccionario y represivo, y fue barrido por una enorme marea de protesta popular..., de lo que resultó una dictadura mucho más represiva.
Hay que reseñar, además, el dilema que la política exterior tanto estadounidense como europea. Cada vez es más difícil apoyar a los antiguos gobiernos conservadores y tradicionales (feudales). Sin embargo, aún es más peligroso apoyar a las fuerzas que reclaman libertad para sí mismas y no para los demás en esos países. Quieren elecciones libres pero, si ganan, podrían ser muy bien las últimas elecciones.
No existen panaceas a la hora de promover estructuras democráticas en el mundo musulmán y también en otras partes del mundo. El movimiento hacia la democracia debe provenir desde dentro y, en el mejor de los casos, tardará largo tiempo en abrirse camino y consolidarse. Sobre todo no hay que hacerse ilusiones. Como dijo con razón el dirigente de Hezbollah en el curso de una gran manifestación en Beirut, Líbano no es Ucrania. Sin embargo, la situación no es desesperada. Los ímpetus agresivos y antidemocráticos y el fanatismo en general no duran eternamente. Están destinados a debilitarse en el curso del tiempo. Ésta es también una lección de la historia. Se registrarán, naturalmente, numerosos reveses y contratiempos; en cualquier caso, aún no ha llegado la hora de celebrar los triunfos. Aún no ha caído el muro de Berlín en Oriente Medio, como han afirmado algunos en Washington... Así las cosas, es muy posible que los acontecimientos sigan la senda y ejemplo de famosas peregrinaciones en Alemania occidental en las que los peregrinos andaban así: cuatro pasos hacia delante, tres pasos hacia atrás. En las actuales circunstancias, deberíamos considerarnos afortunados si podemos detectar cierto avance, por lento y gradual que sea.

WALTER LAQUEUR, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington Traducción: José María Puig de la Bellacasa

http://www.lavanguardia.es/web/20050320/51179813077.html
La Vanguardia, sección articulistas, 20 de marzo de 2005, Madrid, España.