2011-10-09 | Milenio semanal
Es una plaza pequeña, encajada entre edificios, a pocos metros de
Wall Street y de donde estuvo el World Trade Center. La mayoría de los
neoyorquinos ni siquiera conocen su nombre: Parque Zuccotti. Pero desde
hace tres semanas se ha convertido en la Plaza de la Libertad: el
campamento base del movimiento de resistencia Ocupa Wall Street.
La situación legal del parque, de propiedad privada pero de uso
público, impide que les desalojen hasta que la empresa inmobiliaria
propietaria lo solicite. Mientras, los turistas hacen fotos, los
ejecutivos se dejan caer durante el descanso para almorzar, la policía
vigila desde las aceras y sigue a los manifestantes cada vez que
emprenden una marcha y hay abogados que acuden a asesorarles
gratuitamente.
Después de tres semanas el número de manifestantes sigue siendo
pequeño en una ciudad de ocho millones de habitantes, o si lo comparamos
con las protestas en Madrid o en El Cairo. Pero los arrestos de los
últimos días y la visita de personalidades famosas han despertado la
atención de los medios y aumentado las expectativas: han captado la
atención mundial. La pregunta es qué harán con ella.
INDIGNADOS
Las entradas a esta pequeña plaza en el distrito financiero de
Manhattan están cubiertas por carteles en los que se lee: “Wall Street
privatiza los beneficios y socializa las pérdidas”, “Rescaten a la
gente” o “No a los recortes en Medicare”. Casi cualquier causa, incluida
la ejecución de Troy Davis, está representada aquí, aunque los
enemigos comunes son las grandes corporaciones y fortunas. “Estamos aquí
ocupando la Plaza de la Libertad. Nos manifestamos en Wall Street dos
veces al día cuando la campana suena para abrir y cerrar el mercado.
Estamos protestando por la tremenda desigualdad en la distribución de la
riqueza en Estados Unidos (EU)”, dice Daniel Levine, sentado tras una
mesa en la que se recogen firmas y donaciones. Un movimiento social sin
propuestas concretas pero con una raíz muy clara: el hartazgo por la
situación económica y política en EU.
La convocatoria Ocupa Wall Street la lanzó hace dos meses la revista canadiense de cultura alternativa Adbusters, inspirada en el 15-M español (el movimiento de Los indignados)
y las revueltas árabes. La idea inicial era acampar frente a la bolsa
neoyorquina para protestar contra la codicia financiera que llevó a la
actual crisis económica, pero la policía acordonó las instalaciones y no
les permitió acercarse, por lo que se desplazaron a este parque
cercano.
“Lo que ocurrió en España, lo que hicieron Los indignados,
nos parece muy bueno y queremos crear un movimiento similar al que
tuvieron ellos”, explica el argentino Lucas Vázquez desde una ciudad
donde se pagan precios desorbitados por el alquiler, los jóvenes se
endeudan para acceder a la universidad y donde sin trabajo no tienes
seguro médico. Testigos de los rescates bancarios en 2008 y de miles de
despidos desde entonces, cuatro años después del estallido de la crisis
financiera, la tasa de paro en EU sigue en torno al nueve por ciento, y
46 millones de personas (15 por ciento de la población) viven por debajo
del índice de pobreza. “Estoy aquí para demostrarle a Barack Obama, al
gobierno y a Wall Street que un mundo con una economía más justa es
posible. Votando cada cuatro años no hacemos nada. Lo que va a cambiar
es un movimiento social nuevo”, continúa Lucas, que a sus 17 años se
salta las clases para venir a la plaza. “Aquí aprendo más que en mis
clases, puedo dialogar con gente que no tiene un seguro médico, y pensar
en soluciones”, explica. Como él, la mayoría de los acampados son
jóvenes estudiantes o recién despedidos. Por las tardes y los fines de
semana se les unen familias con niños, jubilados y adultos que, aunque
tienen trabajo, quieren ver cambios. Algunos viven en la zona y vienen
un rato cada día. Otros se quedan a pasar la noche con sus sacos de
dormir y sus guitarras.
Se organizan a través de la web OccupyWallSt.org y usan Twitter y
YouTube como canales de comunicación; tienen incluso su propia
aplicación para iPhone. Han empezado a publicar un periódico, The Occupied Wall Street Journal,
que reparten gratuitamente. En la plaza han creado comités que se
encargan de recaudar dinero, garantizar la seguridad y gestionar los
asuntos legales. Tienen una biblioteca y una clínica. “La gente nos está
ayudando bastante: traen comida y tenemos donaciones”, asegura Janet,
que viene unas horas al día a trabajar como voluntaria en la improvisada
cafetería, mientras coloca una docena de pizzas recién horneadas.
Dos veces al día se celebran las asambleas generales donde todo el
que quiera tomar la palabra puede hacerlo, incluyendo la lectura de un
poema escrito por dos señoras septuagenarias a las que un chico con
cresta en el pelo presta su voz para que se las oiga. Las asambleas
generalmente comienzan con información práctica, como el pronóstico del
tiempo, y con anuncios breves. Después se debaten propuestas. Un
portavoz habla y el grupo lo repite a coro, insistiendo en que no tienen
líderes.
700 DETENIDOS
Ocupa Wall Street pasó más de dos semanas sin despertar la
atención de la clase política, ni de los grandes medios, que lo
contemplaban como una protesta pintoresca de jóvenes idealistas. Hasta
que el sábado primero de octubre los activistas llevaron sus
reivindicaciones al puente de Brooklyn. La marcha, más numerosa de lo
que nadie podía esperar, reunió a unas dos mil personas y cortó el
tráfico de una de las principales arterias de Manhattan. La detención de
700 manifestantes se convirtió en la noticia más destacada en medios de
todo el mundo e hizo que la protesta comenzara a prender en Washington,
Chicago, San Francisco y Los Ángeles.
“No es un crimen pedir que nuestro dinero se emplee para satisfacer
las necesidades de la gente y no para inmensos rescates de corporaciones
financieras” , escribió William Stack en un correo electrónico pidiendo
a los representantes municipales que retiraran los cargos contra los
700 detenidos. “Los verdaderos criminales son aquellos en las salas de
juntas y en las directivas de las oficinas de Wall Street, no la gente
manifestándose por el empleo, la sanidad y una moratoria en las
expropiaciones”.
La policía de Nueva York aseguró que cumplía con su deber. “Como
siempre, si es una manifestación legal ayudaremos a que se lleve a cabo;
pero si incumplen la ley, les arrestaremos”, dijeron; la marcha no
había pedido permiso de realizarse al ayuntamiento, trámite forzoso en
los EU.
Algunos famosos, como Alec Baldwin, han publicado en Twitter videos
que circulan por internet donde se ve a un policía usando un spray
de pimienta contra un grupo de mujeres. “Esto es inquietante”, escribió
Baldwin. “Creo que la Policía de Nueva York tiene un problema de imagen
pública”. Pero más relevante puede resultar el apoyo de los sindicatos:
Ocupa Wall Street cuenta ya, entre otros, con el de los
empleados de correos, con más de 100 mil afiliados en todo el país, y el
del transporte público de Nueva York, con 38 mil miembros; los
activistas esperan que más trabajadores se unan a las próximas
manifestaciones.
FALTA DE PROPUESTAS
Los manifestantes han sabido corear eslóganes atractivos con los que
muchos pueden sentirse identificados, pero la mayor crítica que reciben
es que el movimiento falla en sus exigencias y propuestas: tienen muchas
y son dispersas: en su web se definen como “un movimiento de
resistencia sin líderes” que usa “las tácticas revolucionarias de La
Primavera Árabe para conseguir nuestros objetivos”, asegurando que “son
el 99 por ciento de la población y que no están dispuestos a tolerar más
la codicia y la corrupción del otro uno por ciento”.
Los activistas creen que las grandes corporaciones, respaldadas por
políticos corruptos, han inclinado excesivamente la balanza del sistema
económico hacia los poderosos, dejando a la gente común en un mar de
deudas y escasas oportunidades. “El sueño americano está muerto”, reza
uno de sus carteles. Pero ¿qué hay que hacer para revivirlo? ¿Cómo se
puede cambiar el sistema? ¿Qué alternativas proponen? Son preguntas para
las que aún no tienen propuestas concretas. Hasta ahora piden una
democracia más directa y participativa, exigen responsabilidades a los
que causaron el colapso financiero y defienden la educación y la
sanidad como derechos universales.
Los organizadores consideran que una protesta descentralizada y sin
agenda no supone una
desventaja. Creen en el valor de formar un
movimiento democrático directo y confían en que se convertirá en una
causa nacional; “Yo creo que esto es el comienzo de algo. Estoy feliz de
que los jóvenes estén aquí, pidiendo un cambio, porque pueden empezar
esto. Ellos tienen fuerza y energía y debemos ayudarles y vivirlo con
ellos”. Liana tiene 40 años y un trabajo estable, pero durante años
trabajó como freelance y no tenía seguro médico. “Hace mucho
tiempo que quería ver cambios en mi país, pero no existía una comunidad
que pudiera hacerlo realidad”.
El movimiento ha conseguido apoyo de habituales de las causas
progresistas como la actriz Susan Sarandon y el cineasta Michael Moore,
pero también la simpatía de uno de los exitosos empresarios y
financieros del mundo, el multimillonario George Soros, que dijo desde
la Organización de las Naciones Unidas que los manifestantes tienen
razones para estar enfadados con el sistema económico de EU por
hipotecar su futuro. “Puedo entender sus sentimientos. Hay mucha gente
que tenía pequeñas empresas y que ha visto cómo se han disparado los
porcentajes que cobran las agencias de crédito. Dependían de eso, y
muchos han tenido que cerrar. Frente a eso está la decisión de no
inyectar dinero en los bancos con problemas, sino de permitirles
deshacerse de los valores o negocios negativos, lo que les ha permitido
seguir teniendo grandes beneficios y repartir grandes dividendos entre
sus directivos. El contraste entre esas dos situaciones está en el fondo
de las protestas. Y, por eso, entiendo sus quejas”.
Otros argumentan que Ocupa Wall Street recoge las
frustraciones y la rabia de los jóvenes sólo de raza blanca y de clase
media. En las concentraciones prácticamente no hay hispanos o
afroamericanos, a pesar de que son colectivos a menudo más
desfavorecidos y con los que la crisis económica se ceba especialmente.
Sin mencionar que las largas jornadas de trabajo y el miedo a la
deportación impiden que los inmigrantes que están en situación irregular
acudan a las manifestaciones.
A 13 meses de que Barack Obama se juegue la reelección, es arriesgado
predecir a quién beneficiarán políticamente las protestas: si a la
derecha antigubernamental o a la izquierda antiempresarial. Los jóvenes
fueron un apoyo clave en 2008 para que Obama lograra llegar a la Casa
Blanca, pero ahora están visiblemente desencantados.
Algunos analistas han interpretado este movimiento como un Tea Party
de izquierda donde, a diferencia del movimiento ultraconservador, los
activistas no se han posicionado a favor de ningún partido político.
Para el Presidente es un asunto delicado: Obama sabe que puede ganar las
elecciones si margina al Partido Republicano y consigue que los
estadunidenses teman al extremismo de derecha; sin embargo, no le
resultará sencillo ponerse del lado de un grupo también considerado
radical.
Los activistas insisten en que ha llegado el momento de dar voz y
poder a los vulnerables. Está por verse si, como aseguran, “después de
la primavera árabe, llegará el otoño americano”.