El Universal, Domingo 20 de marzo de 2011 Alejandro Toledo |
Jefferson Morley, autor de Nuestro hombre en México, dice en entrevista que la presencia de Winston Scott “significa que el poder de Estados Unidos en México era clandestino y represivo, ayudábamos al monopolio del PRI”.
Era habitual verlo en Los Pinos, en donde a comienzos de los años sesenta Winston Scott solía desayunar los domingos con el presidente Adolfo López Mateos. Fue también cercano a quienes gobernarían el país en los dos sexenios siguientes, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. La relación no sólo era de amistad, pues Scott incorporó a estos y a otros altos funcionarios mexicanos en una nómina de agentes pagados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su siglas en inglés), de una operación conocida como LITEMPO, dedicada sobre todo a monitorear y, a la vez, impedir el avance comunista.
“Sólo los presidentes López Mateos y Díaz Ordaz tenían más poder que Scott”, dice en entrevista Jefferson Morley, autor de Nuestro hombre en México, “pero el poder del jefe de la CIA fue por un periodo más extenso”.
Era habitual verlo en Los Pinos, en donde a comienzos de los años sesenta Winston Scott solía desayunar los domingos con el presidente Adolfo López Mateos. Fue también cercano a quienes gobernarían el país en los dos sexenios siguientes, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. La relación no sólo era de amistad, pues Scott incorporó a estos y a otros altos funcionarios mexicanos en una nómina de agentes pagados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su siglas en inglés), de una operación conocida como LITEMPO, dedicada sobre todo a monitorear y, a la vez, impedir el avance comunista.
“Sólo los presidentes López Mateos y Díaz Ordaz tenían más poder que Scott”, dice en entrevista Jefferson Morley, autor de Nuestro hombre en México, “pero el poder del jefe de la CIA fue por un periodo más extenso”.